Sarah Burge y su hija de silicona

A las niñas de antes se les regalaban sueños de cartón. A las niñas de ahora se les regalan pesadillas de goma. Lo hemos visto en el Reino Unido. El día en que llegó el cumpleaños de la hija, la madre ya no sabía con qué complacerla, con lo que se puso a barruntar sobre la felicidad de la cría. Descartadas todas las joyas del mundo, el papel de envolver se hizo carne: el regalo final de la hija fue un implante de tetas. Se llama Poppy la agraciada. Es urgente añadir su edad: acaba de cumplir siete años.

«Poppy gritó con locura cuando vio el vale. Ella me había rogado operarse de los pechos para agrandarlos [sic]. Así que decidí darle este regalo para que pueda hacerlo cuando tenga la edad legal en Gran Bretaña, que es a los 16» (Sarah Burge, la madre). 

«Para mi cumpleaños quería un ordenador, un viaje y un vale para agrandarme los pechos [sic]. Cuando mi mamá me lo dio todo me puse muy feliz y mis amigas tuvieron celos» (Poppy, la hija).

A Sarah Burge la llaman la Barbie Humana, porque suma ya un centenar de operaciones estéticas y anda abriendo vereda con la prole: primero con Hannah, la hija mayor, a la que le pinchó dos veces botulina en cara y labios siendo menor. Ahora con Poppy...

El futuro es para los jóvenes, los ganadores y los guapos, y eso lo sabe la Burge y también mi primo el del pueblo. Vivir en estos tiempos es desfilar por una pasarela de mentira, donde la mayoría mueve el culo para ver si da el pego. Vivir hoy es inyectarse botox de consejero delegado para estirarnos las pintas de pobre y hacerle ver al jefe que queremos ser uno de los suyos. Vuelve una beautiful 2.0 con la cirugía del iPad: si te echas gomina en la red, te luce el pelo fuera. Así ocurre. Que nos implantamos silicona en la sesera, nos hacemos un lifting con la ideología y hasta nos ponemos tetas para que nos meta mano el éxito.

Haga la prueba. Quítese la máscara. Desenrósquese la sonrisa que se colgó esta mañana. Ya puede dejar de meter tripa. Confronte sus arrugas de dentro. Desenfunde las canas. Sea honesto con sus miedos. Mírese despacio. ¿De verdad cree que es usted más auténtico que Sarah Burge?

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