Los futbolistas se cansan los pobrecillos

Los mejores de nuestros jóvenes quieren ser como tú
Querido Rafael Nadal…
Los futbolistas se cansan. Se cansan los pobrecillos. Sestean treinta de los noventa minutos del partido, juegan con el balón en los pies menos de diez … Pero se cansan. No pueden jugar más de un partido a la semana. Se cansan. Se cansan. Consideran un abuso que les pongan dos encuentros semanales. Tú juegas cuatro partidos a la semana de cuatro horas cada uno corriendo sin cesar y golpeando a la bola con máxima dureza. No sé si te cansas pero no te quejas y el patriotismo, el patriotismo serio no el patrioterismo, te ha devuelto desde Nueva York a España para intervenir en la copa Davis y arrollar a Gasquet. Por eso eres hoy el gran espejo en el que se mira lo mejor de la juventud española. Por esto te has convertido, el Rey aparte, en el español más conocido y tal vez más influyente del mundo.

Es posible que no coincidas conmigo. Pienso que Rod Laver es el mejor tenista de todos los tiempos, por encima de Roger Federer. Ganó en 1962 los cuatro torneos del Grand Slam. Se pasó al profesionalismo. Retornó siete años después y repitió la hazaña. Si Laver hubiera permanecido en el circuito tal vez hubiera superado los 25 torneos del Grand Slam. Santana te puede explicar cómo jugaba Laver. Santana, por cierto, fue el tenis en España. Gracias a él se popularizó el deporte. Lo ganó todo y no venció en Australia porque, cuando estaba en plena forma, carecía de dinero para desplazarse hasta allí. Difícil entender lo que era el tenis en aquella época. Por cierto, el jugador que más me ha impresionado personalmente no ha sido Laver ni Sampras ni Emerson ni Edberg ni McEnroe ni Björn Borg ni Federer ni siquiera Santana, sino Jack Kramer. Arrolló en Wimbledon -6-1, 6-3 y 6-2 a Tom Brown en 1947- y se pasó al profesionalismo porque quería ganar dinero. Le vi jugar con Pancho González, con Pancho Segura… Era perfecto.

Tú, querido Rafael, te has convertido ya en el primer deportista español de todos los tiempos por encima de Ricardo Zamora, el divino, de Paulino Uzcudun, de Severiano Ballesteros, de Pedro Carrasco, de Fermín Cacho, del gran goleador Telmo Zarra, de Induráin, de Fernando Alonso, de Federico Martín Bahamontes, de Pau Gasol… Pistas de tenis existen hasta en los pueblos más pequeños de todos los países del mundo. Destacar entre tantos y tantos millares de jugadores de los cinco continentes es un milagro. Triunfar en diez Grand Slam una hazaña casi inalcanzable. Wimbledon es la prueba deportiva más difícil del mundo por encima del Tour de Francia o los cien metros olímpicos. Tú has encendido el esplendor español en la hierba de Wimbledon en dos ocasiones y lo has hecho con la antorcha olímpica que te trajiste desde el oro de Pekín.

He escrito en los últimos años muchos artículos sobre tu andadura deportiva. Tuve ocasión de conversar contigo en Oviedo con motivo del Premio Príncipe de Asturias y me di cuenta de que eres sobre todo el campeón de la sencillez y de los buenos modales. En el año 2004, cuando empezabas, firmé en La Razón un artículo afirmando que me parecías el único tenista capaz de emular a Manolo Santana: «No sé si Nadal mantendrá ese juego fulgurante, pero, si es así, conseguirá vencer en los torneos del Grand Slam. Santana jugaba de otra manera, con menos potencia y más versatilidad, pero Nadal no le va a la zaga en calidad de juego, en instinto matador, en genio de campeón», escribí. No me equivoqué. El año pasado culminaste la hazaña de vencer en tres de los cuatro Grand Slam. Este año, arrollaste en Roland Garros y fuiste finalista en Wimbledon y en el open americano. Te derrotó en esas finales un tenista en racha, que ya veremos si se mantiene o no. Pero tú permaneces en la cumbre y eres ya uno de los diez grandes tenistas de la historia de este deporte. Si la suerte y la forma física te acompañaran podrías superar en resultados a Federer. En todo caso, querido Rafael, estás a la cabeza del deporte español de todos los tiempos.

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